Publicó "Cuando temblamos", su nuevo libro que aborda el tema del miedo.
“Cuando temblamos”, el nuevo libro de Guillermo Saccomanno, reúne seis cuentos atravesados por el miedo, donde los personajes están en tránsito constante, huyendo hacia adelante, escapando del pasado y de sus propios fantasmas en un mundo que se quiebra, corriendo hacia un lugar incierto de donde no parece haber retorno.
Publicado por Planeta, el libro es un viaje al corazón de temor, una inmersión a la oscuridad de la naturaleza humana, una exploración, escrita con maestría, de lo que pueden llegar a hacer una serie de personajes al límite, lanzados a un viaje sin dirección, sin tiempo, sin salida.
Saccomanno (Buenos Aires, 1948), autor de libros como “El buen dolor”, “El pibe”, “El oficinista”, “Un maestro”, “Cámara Gesell” -que recibió el premio Dashiell Hammett- y “Amor invertido”, escrito junto a Fernanda García Lao, habló con Télam sobre su nuevo libro: “Todos los personajes de este libro están tratando de huir”.
“Escribo aunque no tenga la inminencia de la publicación. No me voy a hacer el ingenuo, lo que busco, finalmente, es publicar. Pero escribir pensando en eso te quita libertad de acción. Uno queda sujeto a determinadas imposiciones. Tuve un quiebre después de ‘Cámara Gesell’ y ‘Terrible accidente del alma’. No sabía cómo seguir. Entonces pensé en los cuentos. Empecé con una reescritura de ‘La dama del perrito’, un clásico de Chéjov. Después me puse a leer a Marguerite Duras. Así me reencontré con un género muy entrañable. Si pensamos en ‘Cámara Gesell’, una novela ambiciosa, se trata de una sucesión de cuentos entrecortados: hay un montaje, una unidad espacio-temporal, pero son cuentos. En ‘Terrible accidente…’ también, los relatos de la novela se van entrelazando. Me encantan este tipo de estructuras. Me encontré con relatos que abordan territorios que me interesan mucho: el Sur, la Costa Atlántica, la Patagonia, con la cual tengo una relación entrañable a partir de “Un maestro”, donde cuento la historia de un educador que fue detenido, torturado, exiliado, educó mapuches; un amigo con el cual tengo una gran relación desde los años 70.
-¿Cómo se te ocurrió el título?
-Me di cuenta de que los cuentos tenían una respiración en tránsito. Todos los personajes de este libro están en viaje. En una situación de riesgo, de miedo, están tratando de huir. Parafraseando a Kierkegaard, viven una experiencia de ‘temor y temblor’. Me parece que da con la época: todo el tiempo estamos expuestos a situaciones de angustia. Más en esta situación económica y política de desasosiego donde hay gente temblando porque no sabe si va a seguir laburando. Pensando en esto me encontré con “Cómo no temblar”, un texto de Derrida. Los miedos con los que uno vive tienen que ver con el temblor, algo incorporado a nuestra naturaleza. En los últimos años pasé por situaciones de riesgo. Me tuvieron que intervenir para ponerme un stent, tuve una operación de columna complicada, casi me da un ACV. Mi miedo era no volver a escribir. Cuando estaba internado, no reconocía mi letra, pero tenía la pulsión de escribir, necesitaba fijar en cuadernos lo que estaba pasando para tener consciencia del tiempo y el espacio. Fue muy poderoso. También tiemblan aquellos que están esperando un bombardeo. Lo que pasó en Turquía, lo que pasa en Europa, consecuencia de la colonización. Estamos viviendo una época donde no sabemos de donde puede venir el tiro. La vida privada, también, es un temblor. La familia es un desasosiego, la pareja, las relaciones. Estamos atravesados por un temblor metafísico y existencial.
-El viaje es una constante en el libro…
-Brian Eno dice que cuando compone un disco lo piensa en términos de clima. Armar un libro de cuentos es algo parecido. Tal vez es más trabajoso que la novela, en el sentido de cómo encontrar los tonos que vayan modulando cada relato. Todos los cuentos fueron escritos a mano, en viaje.
-Hay también un cuento en memoria a Antonio Dal Masetto…
-Con el tano tuvimos una relación muy poderosa no solo en términos literarios. Me parece que la manera más interesante de hacerte amigos de los escritores es primero haberlos leído. Nos confiábamos mucho lo que íbamos escribiendo. Nos pasábamos los textos y nos hacíamos marcas. Un amigo escritor debe ser como un guardaespaldas: te debe cuidar de vos mismo. En la escritura el principal enemigo no es la crítica, es uno mismo. Escribir es una manera de seguir vivo. La literatura no soluciona los problemas del mundo, pero alivia. Cumple una función. Después de leer un buen libro, uno se siente otro. No sos el mismo después de leer “El sonido y la furia”; no sos el mismo, a los 16 años, después de leer a Salinger. Menos sos el mismo después de leer a Dostoievski. Es el punto de inflexión. Dostoievski siempre nos está esperando.